viernes, 28 de mayo de 2010

¿Y ese quién es?

Hace unos meses, José tomó el diario y leyó: “Pocas personas en la historia argentina han concentrado, en tan corto lapso, los antitéticos atributos de héroe y traidor, como el virrey Santiago Antonio de Liniers y Bremond. Tanto fue de ese modo, que cuando llegó el momento de fusilarlo no había entre los entusiastas revolucionarios de 1810 alguien capaz de apretar de primera mano el gatillo del fusil contra su persona”.
Tomó un poco de aire, y continuó a viva voz leyéndole a su amigo “luego de estar en una fosa común, los restos de Santiago de Liniers fueron traídos a Paraná. Héroe para algunos, traidor para otros, el marino de origen francés imprimió su sello en la historia argentina. Por eso su ejecución dejó una extraña sensación que el paso del tiempo no disipó”.
Terminado el artículo periodístico, los amigos emprendieron camino al camposanto para constatar la veracidad de los dichos, y conocer en persona la tumba de tan histórico personaje, que yació por un tiempo en tierras entrerrianas y fue trasladado a Cádiz.

Envalentonados, ingresaron a la administración del cementerio municipal, donde los recibió un empleado con cara de importante a quien interrogaron:
-Disculpe, nos gustaría saber en qué lugar se encuentra el panteón de Liniers -inquirió José, mientras pensaba en la emoción de tomar algunas fotografías del panteón donde descansó quien fuera protagonista de la Revolución de 1810, y por el que los historiadores seguían preguntándose si se trataba de un héroe o un traidor.

El empleado se colocó los anteojos, y tomó una carpeta de archivos que estudió con ahínco y dedicación ante la sorpresa de los visitantes, por la buena organización del material y la hospitalaria disposición del administrativo para satisfacer su curiosidad.
Pasaron unos 20 minutos, y con el semblante iluminado por la satisfacción de la tarea cumplida, el encargado afirmó con tono sabiondo: “El finado no ingresó en la actual administración y no está en las carpetas, pero dense una vueltita mañana que prometo averiguarles sobre ese tal Liniers, que no figura en los archivos de este año”.
Sin emitir palabra, los amigos le devolvieron el saludo de manos y se marcharon, cámara en mano, sonriendo para adentro, dispuestos a vengar la memoria del ilustre luchador cuyo recordatorio no podía estar muy lejos de aquella oficina.

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