miércoles, 18 de febrero de 2015

Deshoras



Tiempo de parques. Tiempo de soles y trencitos. Horas de autitos y flores. Tiempo de Vitina y Nestum, de pañales y lagrimitas frías. Tiempo de besos y caricias. Tiempo de pasos, y noches, y sangre. Tiempo de miedos y dudas. Tiempo de mimos, balbuceos y muecas. Y mocos. Tiempo de risas e insomnio, de tetas y mantas. Tiempo de colores. Tiempo de carne, de nubes, de esperas. Tiempo de hamacas y hormigas, de abuelas y tíos. Tiempo de vos, mi pequeñito.

martes, 28 de mayo de 2013

En la panza

Te imagino cobijado por las ondulaciones de nuestro amor, tan pequeñito y vivo, tan garabato y tierno, tan inquieto y despierto. Te siento tan humano y feliz como un pequeño duende saltarín que navega en mis mares, que come de mi alimento, que crece a toda prisa con un deseo apasionado de vivir, de sentir, de curiosear por ahí. Te imagino adivinando el paisaje, intentando descifrar las voces y sensaciones que te llegan desde otros lugares, como  ecos lejanos y difusos. Te sueño rosado y latiendo.

¿Cómo es posible que tanto amor se condense en tus graciosos cinco centímetros? Recuerdo que hace unas semanas tenías el tamaño y brillo de una lentejuela destellando en mí y hoy ya creciste. Te agradezco por hacer que cada noche el sueño me sorprenda así, tan redonda y sonriente. 


viernes, 17 de agosto de 2012

La chica que creía en los espejos

Tapa del libro "La chica que creía en los espejos"
Un fragmento del prólogo del libro
Catálogo y datos para adquirir el libro

viernes, 15 de junio de 2012

La mujer líquida

Morí lentamente, secamente con inconciencia sobre mi estado ya que de repente empezó a salir agua de mí, a borbotones, por todos lados, por cada resquicio de mis huesos, por los ojos, por mi espalda por todas las partes en que una mujer puede destilarse, exprimirse, resecarse en este otoño gris que me encuentra desaguándome, yo que nunca fui un desagüe para nadie, me sentí débil, frágil, desorientada, líquida sin voz.

Fue un derretimiento masivo de mi ser que comenzó de forma abrupta cuando comprendí cuan complaciente fui con mis entornos, cuanto me costó ser esa chica buenita y dicharachera, esa suerte de personaje sonriente y solícito mientras las solicitudes jamás salían de mi boca.

Me fui líquidamente, dejando salir esos fluidos que decían lo indecible de mi angustia, de los fantasmas que me persiguen, de las dudas que me carcomen ante ciertas incertidumbres. Sigo fluyendo entonces, me depuro: agredo y así no agrado. Me sale agua por las manos, por los ojos, por los pies. ¿Me deshidrato?

No pretendas química conmigo: por ahora soy como una fórmula en pleno estado de ebullición. Puedo apagarme o estallar. Por ahora sólo eso: mientras me muero, renazco.